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Cuentos colaborativos


“Profe, ¿para qué son esos dados?” “¿Vamos a jugar a algo?” Así comenzó la mañana cuando, al llegar a clase, saqué de mi mochila los «story cubes». Unos dados con imágenes que utilizaríamos para escribir nuestros propios cuentos colaborativos.

“¿Cuentos qué?” “¿Y eso qué es?” “¿Cómo se hacen?” Miles de preguntas comenzaron a realizarse, nerviosas por averiguar qué es lo que se iba a hacer ese día en clase.


Los cuentos colaborativos, también llamados cuentos colectivos o cuentos encadenados, son historias escritas entre varias personas. La primera empieza escribiendo una parte del cuento, que puede ser una línea, un párrafo o algo más largo. A continuación sigue otra persona y así sucesivamente hasta que el cuento se completa. El resultado es un cuento 100% original del que seguramente nadie se esperaba el final.

 


Comenzamos tirando los dados y anotando los elementos que deberían aparecer en nuestro cuento. Esto nos ayudó a que el cuento no fuera demasiado disparatado ya que todas tendríamos unos elementos en común determinados por el azar.


 

A continuación, inventamos el título para nuestro cuento y la primera niña comenzó a escribir. La premisa fue que, una vez que se escribiera una parte del cuento, el folio debía doblarse de manera que solamente se pudiera leer la parte final de lo que se había escrito para que la siguiente niña siguiera el cuento a partir de ahí.

Ahora las preguntas fueron: “pero… ¿cómo sigo si no sé lo que ha escrito mi compañera?” o “No va a tener sentido, ¿verdad?”.

Y ahí está la clave de esta actividad porque la escritura de cuentos colaborativos además de servir para impulsar la lectura, escritura y el trabajo en equipo sirve para ejercitar la comprensión lectora y ayuda a la concentración y al desarrollo del pensamiento crítico.

Seguir un cuento como trabajo en equipo ejercita la creatividad y obliga a tomar decisiones asumiendo la responsabilidad de cómo va avanzando la historia. Además, pone a prueba nuestra capacidad para resolver problemas e improvisar, e incluso nuestra inteligencia emocional cuando descubrimos que el cuento no ha ido por donde queríamos.